Hago eco al comentario reciente de kr3sto en su bitácora. Me parece muy interesante y no menos controvertida la nominación de Catalina Sandino al premio Oscar como mejor actriz protagonista este año.

Interesante porque representa un reconocimiento al cine de minorías en los Estados Unidos, un fenómeno cultural importante y que desde hace muchos años, la “academia gremial” de los premiecitos esos, ha ignorado olímpicamente.

Es controvertida porque se trata de una actriz sin mayor trayectoria que ha tenido la suerte de representar con soltura a la protagonista de una tragedia muy conocida en Latinoamérica pero exótica para los habitantes del ombligo del mundo: EEUU y Europa. Eso en parte explica que ella haya ganado así mismo el “Oso de Plata” en el Festival de Berlín.

De hecho hay por lo menos otras cinco películas “latinas” con actuaciones iguales o mejores que las de la Sandino en estos momentos en las carteleras del mundo. Pero la actriz ha contado con suerte y la nominación le va a servir mucho a el film “Maria llena eres de gracia” para su distribución no sólo en los Estados Unidos sino en muchos otros territorios. Y eso está muy bien, porque puede ayudar a proyectar el cine periférico.

Para eso sirven los Oscar. Para vender películas. Son premios a mi modo de ver completamente irrelevantes. Por eso pienso que ser ignorado a la hora de los óscares es en cierto modo un honor. La ceguera de la tal “Academia” (que de rigor, seriedad, estudio e investigación no tiene nada) es un destino que muchos otros grandes del cine han compartido. Los dos casos más notados son los de Ingmar Bergman y Alfred Hitchcock a quienes el tal Oscar ningunió (para usar una bella expresión mejicana) absurdamente.

Los premios Oscar son pura farándula. Logran interesar a muchos y los medios los difunden con bombo y platillos. Pero significan poco a la hora de evaluar lo que es el buen cine. De todos modos es bueno saber que no siempre consiguen tapar el firmamento con las manos.

Hace una semana Bergen estaba cubierta de nieve hasta el cogote. El frío era intenso, el aire olía a una especie de sequedad dulce que se metía por los pulmones como una tromba de energía vigorizante. El sol resplandecía y el viento del norte ululaba en las ventanas y los bordes de las casas de madera.

Con el paso de los días la nieve ha cedido terreno y en muchos lugares se ha vuelto en una pista de hielo azarosa y amenazante que puede tirar al suelo al que primero se descuide o no tenga las botas apropiadas.

Atrás en el tiempo y la distancia han quedado para mí las cálidas y benévolas ciudades que recorrí en mi trasegar de varios meses por Colombia.

Las vacaciones las tuve en la costa caribe a principios de enero en el Golfo de Morrosquillo. Fueron días inolvidables de mucha paz, lecturas, discusiones y buceo. Tuve la oportunidad de tomar los cursos y conseguir un certificado internacional de buceo en Janguaré, un extraordinario lugar cerca de Balsillas.

Bajar a las profundidades del mar para apreciar los arrecifes de coral de las Islas de San Bernardo fue una experiencia insólita porque tuve la sensación de estar penetrando en otra dimensión Los movimientos se tornan lentos, las cosas se perciben mayores en tamaño, la sensación de ingravidez y de silencio convierten toda la experiencia en una especie de irrealidad maravillosa y mágica.

Sobra decir que la fauna y la flora de esos lugares son de una variedad y belleza tal que las hace prácticamente indescriptibles.

Es duro regresar a estos fríos, más todo tiene sus compensaciones. Encontrarme de nuevo con mi familia más cercana, por ejemplo, ha sido un regalo tan íntimo y grato que no sé como agradecerle a la vida por toda la generosidad que me prodiga.