Archivos de la categoría 'Cuentos de 100 palabras'

Súbita angustia

Viernes, Mayo 2nd, 2008

No podía ubicar sus sentimientos porque un témpano de hielo le estaba congelando sus entrañas. ¿Qué era ese vacío que sentía? Se alegraba al ver que dejaba atrás la adolescencia y los ataques de hormonas que le producían súbitas tristezas y un llanto inmanejable. Lo de hoy era extraño porque incluso los ataques de ira incontrolada habían desaparecido casi por completo. Se sintió acongojada y salió a dar un paseo por el parque, más al ir a cruzar la avenida un conductor distraído la dejó tendida sobre el asfalto. Su corazón dejó de palpitar poco antes del arribo fatal de la ambulancia.

Naufragio

Miércoles, Noviembre 14th, 2007

naufragio.jpg
Pretendió comprender lo que le sucedía y para ello cerró los ojos. La temporal ceguera lo hundió aún más en la desazón. Pudo erguirse en su cama algunos minutos antes de que la zozobra fuera completa. Su cuerpo palpitaba pero no lograba sobreaguar. Pensó que se trataba de otra pesadilla más, donde la confusión y los dolores que experimentaba pasarían como nubes oscuras. Los minutos transcurrieron inexorables confirmando la terrible noticia. No volvería a ser el mismo de antes porque una derrame cerebral, cual ola gigantesca en noche extraña de mal sueño, lo acababa de vomitar en esa isla desierta.

Martina y el sol

Martes, Octubre 9th, 2007

Cada cual aprende a recibir el sol en las mañanas. Para los del norte son una bendición inmerecida. En el trópico dulcifican la mañana pero son un anuncio de tardes en que se corre el riesgo de muertes calcinadas. En los pocos días del mes que tiene libre, Martina saca un rato frente a la ventana mientras yace en su lecho. Cierra entonces los ojos, respira hondo y percibe la radiación del sol que acaricia sus pupilas como una llamarada. Esto la arrebata y rememora la forma en que la poseía su marido, meses antes de que llegara el asesino.

Avalancha

Jueves, Septiembre 27th, 2007

El mundo se le vino encima en dos horas. Llovió sobre la montaña como nunca antes y el agua arrastró una oleada de piedra que sepultó siete casas en pocos segundos. Lograron salir tomados de la mano y ateridos de frío en una noche oscura y borrascosa donde las emborrachadoras luces de las ambulancias y los llamados de los socorristas, que trataban de desenterrar las víctimas, tiñeron la atmósfera de un rojo intermitente.
Nueve noches después despertó en otra cama sudando y agitado. La policía no llegaba a recogerlo, como lo hicieran en la noche fatal, cuando murieron sus vecinos.