Hoy es la marcha de la no-violencia

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Hoy saldremos a marchar por las víctimas.
Por los masacrados, los desaparecidos y los desplazados.

Tal como muchos lo hicimos hace un mes, hoy volvemos a las calles a decir y proclamar que estamos contra todas las formas de violencia, ya sea paramilitar guerrillera, o de los agentes del Estado que saltan por encima de la legalidad institucional.

Una marcha no puede excluir la otra. Si hace un mes pedíamos a las Farc que se entregaran y detuvieran todas sus acciones violentas: secuestros, torturas y ataques, hoy debemos salir a apoyar a las víctimas de la violencia paramilitar y a recordarles a los desmovilizados y a los que aún no lo han hecho, que sus acciones son igualmente reprochables, infames y cobardes. Es hora de que públicamente les digamos, a los desplazados de esta guerra fratricida que estamos con ellos, que nos duele su dolor, y que nos indigna la forma como fueron expulsados de sus tierras.

Porque detrás de los actos violentos no hay valor sino cobardía. El violento reacciona atemorizado y con su miedo siembra y enraíza más motivos para que haya violencia de parte del ofendido. Se trata de una cadena ciega que hay que romper con actos de no-violencia. Como los que el gran Gandhi organizó, y con los cuales logró probar que era posible vencer al imperio británico sin necesidad de atacarlo, sin disparar y sin agredir.

Las mismas tácticas de marcha colectiva que Martin Luther King aprendió de Gandhi y que supo aplicar en los Estados Unidos en los años 60 del siglo pasado, para devolver dignidad y conseguir los derechos civiles para la discriminada y maltratada población negra.

La marcha de hoy es otro gran acto de no-violencia que miles de colombianos van a protagonizar en un gesto de reconocimiento y amor por las víctimas. Y llega en un momento (crispado por vientos de guerra) donde en lugar dividir, puede congregarnos alrededor de los que han sufrido en carne propia las crueldades de una guerra que debíamos haber detenido hace muchos años.

Es triste constatar que, a pesar de que se trata de una marcha contra el paramilitarismo, el gobierno en lugar de confluir con el Comité de Víctimas que la propuso, haya preferido atacar y decir que beneficia a las Farc. Con esto solo consigue polarizar más a los colombianos y enfrentarnos unos a otros.

Como muy bien lo ha explicado y argumentado la periodista Maria Teresa Ronderos, en un lúcido artículo, al gobierno de Uribe le conviene muchísimo esta marcha por tratarse de un apoyo civil masivo que le hubiese permitido a él decirle de una manera más fuerte y clara a los paramilitares:

“que no tienen la razón en sus continuos intentos de trampa al gobierno; que tampoco tienen la razón aquellos jefes que no han confesado a los fiscales nada o casi nada que valga llamar colaboración real con la justicia; que el pueblo colombiano no está con ellos ni se solidariza con sus causas. Es un mensaje que desinflará sus egos y le hará más fácil la vida al gobierno, que tiene que estar apretándoles las clavijas cada rato, para que se mantengan en el proceso de Justicia y Paz.”

Es muy probable que en medio de la marcha muchos colombianos sentiremos deseos de llorar. Porque no se trata solo pronunciarnos contra la violencia sino también acompañar a las víctimas y recordar a todos y cada uno de nuestros muertos de estos últimos fatídicos años: el cómico Jaime Garzón, los salubristas Leonardo Betancur y Héctor Abad Gómez, el antropólogo Hernán Henao y la lista podría extenderse. Todos tenemos nuestros muertos. Se trata de honrar la memoria de miles de civiles inocentes que fueron asesinados de manera sistemática y premeditada. Se trata de honrar su memoria y mantenerla viva.

Una gran cantidad de colombianos asistirán a la marcha asumiendo como lo hace Antanás Mockus: cierta la culpa personal por no haber censurado con más ahínco la "combinación de todas las formas de lucha", defendida y adoptada a comienzos de los 80 en varios ambientes de izquierda, y el esquema similar de "todo vale" asumido por la derecha colombiana años después.

Vivimos tiempos aciagos pero no todo está perdido. Salir a marchar por las víctimas es un acto de solidaridad y compasión, pero también un acto de dignidad y valentía. Porque ha habido amenazas veladas e intimidaciones abiertas contra quienes queremos decirle al mundo que rechazamos todo tipo de violencia. Esto ha sucedido en algunos municipios de Córdoba y Norte de Santander. En Pereira se dio algo peor, un atentado contra una de las organizadoras de la marcha.

La marcha es pacífica, la causa es muy justa y el mensaje muy claro para los paramilitares: acepten las penas, contribuyan a esclarecer la verdad y a reparar sus crímenes. Nada más ni nada menos espera de ellos la sociedad civil colombiana.


* Se calcula que los paramilitares cometieron más de 3.500 matanzas entre 1982 y 2005
* Más de 15.000 colombianos han sido enterrados en unas 3.000 fosas comunes
* Han asesinado a 1.700 indígenas, 2.550 sindicalistas y 5.000 miembros de la UP

Publicado en equinoXio.org

3 Responses to “Hoy es la marcha de la no-violencia”

  1. o-lu Says:

    Hola Alvaro,

    Qué bien que recuerdes esta marcha. Lastima que los blogueros no le metieron el mismo empenho a esta que al 4F. Yo saldré de nuevo y trataré de dejar algun testimonio de esta jornada. Ojala otros lo hagan también.

    O-lu

    PS: Le pusiste una catolica tilde a Antanas!.

  2. catirestrepo Says:

    ¡Muy buena reflexión!
    Le estaré enviando fotos de la marcha en Medellín.

  3. Ojo al Texto » Blog Archive » Derriba muros y reconstruye puentes Says:

    […] A los actos violentos los preceden otros actos de injuria, injusticia o exclusión. Hay gente que construye muros sociales o ideológicos para tratar de protegerse de aquellos a quienes consideran sus enemigos. En Colombia y desde hace muchos años, los partidos y las diversas formas de derecha e izquierda han apelado a la violencia para resolver sus diferencias. Con ello han cavado profundos fosos y levantado altos muros de exclusión y de odio entre hermanos que conviven en el mismo territorio. Y pobres aquellos que cuestionen dichos muros en un intento por crear puentes de encuentro, o lugares de discusión donde, en lugar de eliminar al contrincante, se le propone una forma civilizada y no violenta de resolver sus conflictos. […]

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