¿Para dónde van la ONU, la OMC y otras más?

Ni China, ni India, ni Brasil ni Rusia quieren bailar más a la música que le han venido tocando Estados Unidos y Europa durante décadas. Eso está poniendo en peligro a grandes Instituciones de negociación y “cooperacion” Internacional.
Pareciera una buena noticia, pero no lo es. En un mundo cada vez más interconectado es urgente actualizar y dinamizar las Instituciones que se encargan de coordinar esfuerzos entre todas las naciones del orbe

Esto lo analiza con mucha seriedad y detalle Sten Inge Jørgensen, un politólogo noruego que ha venido observando y atando cabos sueltos, en el maremagnum de noticias diarias, que llegan desde los sitios más remotos. Lo encontré en Morgenbladet de esta semana, y decidí traducir y publicar dicho análisis hoy jueves, como artículo destacado en la Revista Digital equinoXio. Los invito a que lo lean.

Actualización: De forma premonitoria y muy relacionada con este tema, mi colega Julián Ortega Martínez publicó el domingo pasado un excelente análisis sobre el próximo nombramiento del político surcoreano que sucederá a Kofi Anan. Lo encuentran bajo el título La suerte está echada en la ONU. Allí Julián menciona las pujas por el poder en el Consejo de Seguridad y la forma como el nuevo sucesor de Kofi Anan, el surcoreano Ban Ki-Moon, “es el único de los candidatos que no sería vetado por ninguno de los cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China y Rusia)”. Esto confirma la división de intereses en su seno y la manera como el cargo más importante del mundo va a ser escogido. No por unanimidad ni por consenso, sino por todo lo contrario: es el único candidato que no despierta hondas antípatías a los países que “más poder detentan” en el complejo mundo de hoy.

En eso andamos y por eso estamos como estamos.

4 Responses to “¿Para dónde van la ONU, la OMC y otras más?”

  1. toposauro Says:

    Alvaro cordial saludo…

    Dentro del optimista mundo de la interdependencia compleja, los organismos multilaterales se convirtieron en paradigma de convivencia y buena voluntad. El problema visto desde la real politik nos deshace este paradigma y nos enfatiza en que ni las ideologías, ni la religión (en el caso de occidente), ni la organización social tienen influencia en el actuar internacional de los Estados. Los realistas para este caso se centran en los atributos de los estados (raíz poder = naturaleza humana) mientras que los Neorrealistas (raíz poder = anarquía del sistema internacional).

    Topamos…

  2. Mario Says:

    Estimado Álvaro:
    Te transcribo dos buenas noticias. La primera es el merecido Premio Simón Bolívar de periodismo para tu querido amigo Héctor Fabio ; y también otra primera noticia, la aparición de la próxima semana de un nuevo libro, esta vez con un conmovedor homenaje a su padre. Con el borgiano título de “Olvido que seremos” cumple HFAL con lo que nos había prometido. Felicitaciones.
    Entregar un libro

    Desde 1991, cuando gracias a Carlos Gaviria me publicaron en la Universidad de Antioquia mi primer libro, Malos pensamientos, he venido publicando un libro nuevo cada dos o tres años. Esta semana que termina hoy (aunque hay quienes dicen que el domingo es el primer día de la semana y no el último), le entregué definitivamente a la editorial Planeta un libro nuevo.

    Este primer mes en Alemania, además de los paseos en bicicleta o los conciertos, los dediqué en buena parte a corregir las pruebas, o las últimas galeradas, como con más acierto les dicen en España a esas páginas donde uno rema contra la corriente. Nunca deja de haber errores, inexactitudes, cursilerías, cosas que uno hubiera podido decir mejor, ideas que se vienen a la mente cuando tal vez ya sea demasiado tarde.

    Ese lugar común que dice que los libros no se terminan, sino que se abandonan, tiene mucho de cierto. Llega un momento en que uno se rinde, y no corrige más. Lo cual, en últimas, es un acto de valentía, e incluso de humildad, pues a partir de ahí uno se hace responsable de todos sus defectos, sin la inútil vanidad de querer producir lo imposible: una obra perfecta.

    Siempre me ha parecido mala la imagen, tan socorrida, de la gestación, para hablar de la escritura y publicación de un libro: una idea fecunda, muchos meses de embarazo, varios riesgos de aborto, un trabajo de parto, y, al fin, el alumbramiento, e incluso ese bautizo (como dicen en Venezuela) que en Colombia recibe el nombre presentación. La imagen de la gestación es mala porque puede que los libros que uno escribe sean como hijos, pero son, o deberían ser, hijos huérfanos. Después de nacidos hay que abandonarlos del todo, y dejar que se defiendan solos, y no defenderlos de los ataques de los maliciosos, ni acariciarlos por los elogios de los benevolentes.

    En fin, entregué un libro, y lleva el título de El olvido que seremos, que es un pedazo de un verso póstumo de Borges, en la primera línea de un soneto que se llama “Epitafio”. Lo escribí, a intervalos y con muchas dificultades (dificultades mentales, resistencias internas), en los últimos tres años, pero tal vez sería más exacto decir que lo vengo escribiendo en los últimos 19 años, desde el momento en que encontré tirado en el suelo, en un charco de sangre, a mi papá. Es el único libro que he escrito por necesidad, por una necesidad íntima, y al mismo tiempo por obligación: es la única novela (digamos que es novela), que yo mismo me he impuesto como una obligación personal.

    ¿Es un buen libro? ¿Es un mal libro? Les juro a mis pocos y queridos (no, no todos son queridos) lectores de este blog agazapado entre muchachas desnudas, que en este caso las categorías de “bueno” y de “malo”, me importan un chorizo. Es un libro que escribí como un deber moral conmigo mismo, con mi pasado, y con la memoria de un hombre profundamente bueno que fue salvajemente asesinado por los más brutales enemigos de la justicia en Colombia, los paramilitares, apoyados por gentes del establecimiento, seguramente, y también apoyados por instituciones armadas del Estado.

    No es, sin embargo, un libro de rencor y de venganza, sino un libro de recuerdos familiares. Disfrazada de novela, la biografía de un hombre y de una familia, metida en un país y una ciudad y unas circunstancias que son las de Medellín, en Colombia, en la segunda mitad del siglo XX. No me importa si el libro es bueno o malo, repito, aunque yo haya hecho todo lo posible por escribirlo bien. Lo que me importa es que es un libro que me deja tranquilo (y es la primera vez que esto me pasa con alguno de mis libros), absolutamente tranquilo, inmune a las opiniones a favor o en contra que puedan salir cuando se publique.

    Después de 19 años de titubeos hamletianos, he puesto en escena una representación de la muerte de mi padre. La más fiel que he podido escribir, la más sincera. No me importa, repito, si el resultado es bueno o malo porque lo que he pretendido esta vez, simplemente, es escribir un libro verdadero. Y la verdad no es buena o mala: es lo que es.

  3. Julián Ortega Martínez Says:

    Te agradecería que complementaras esa información con este artículo sobre el próximo secretario general de la ONU, también en equinoXio.

  4. Álvaro Says:

    Toposauro:
    Muchas gracias por tu aporte. Si no entiendo mal calificas este artículo como “realista” y en cierto modo deleznable, porque se olvida de la realidad anárquica que crean los intereses particulares de los estados nacionales.
    Yo lo veo como un análisis y un aporte a la discusión que hay en estos momentos en Noruega sobre la manera como debe votarse en la ONU. El autor es bastante pesimista sobre la posibilidad de “reformar” la ONU pero mencional la responsabilidad que los países pesados (Francia e Inglaterra) tienen en dicha labor.
    Entre otras te cuento que hay una puja dura en Noruega ahora dentro de las bases de izquierda pidiéndole al gobierno actual (de centro izquierda) que vote por la inclusión de Venezuela en el Consejo de Seguridad. Todo indica que van a votar por Guatemala. Y otra cosa: sé que artículos como estos, por informados y por venir de estudiosos serios y documentados, son leídos y discutidos en las esferas del gobierno. En este país tan pequeño (4 millones y medio) la esfera pública de debate y aportes funciona.

    Mario:
    Muchas gracias por desenterrar la nota públicada por Héctor Abad, al parecer en su nuevo blog en SOHO. Tampoco sabía lo del premio y me alegro.
    Te cuento que yo le oí leer en la casa Museo Otraparte de Medellin, en Julio del 2005 el primer capítulo de su nueva novela. Me pareció espléndido: muy personal, sincero, desgarrador y de una prosa fluída y hermosa. Le pediré que me mande un ejemplar desde Alemania, donde iba a ser presentado en la Feria del Libro.

    Julián:
    Traté de hacerlo. Espero que te parezca bien.

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