Un regalo de los dioses (I)


Por: Mario Ramírez-Orozco
Papeete, capital de Otaheite, 7 de diciembre 2005.
Mí querido y recordado Álvaro:
Te escribo desde un lugar increíble, aunque llegué hace apenas unos días todo lo que ocurre aquí tiene la fuerza extrema de la vida. Siento que he vivido en tan poco tiempo los meses eternos perdidos en la isla de Stord. Ni siquiera he sentido el cansancio del largo viaje que desde Noruega, vía Ámsterdam, Kuala Lumpur y una larga espera en Suva (Fiji), me debería haber llevado directo a una cama o, mejor, a un hospital.

No más llegar, sería poco antes del mediodía, fui recibido, junto con turistas holandeses, franceses y australianos, estos últimos embarcados en Suva, con collares de flores y música festiva por un grupo de nativos hermosos, con faldas de flecos de bambú, en esa edad indescifrable que produce la alegría, quienes danzaban una música muy alegre acompasando el movimiento de sus caderas en desinencia a sus alargados brazos, con los rápidos sonidos de tambores y ukeleles que tocaban hombres y mujeres ya mayores. Mi plan era no más llegar al hotel ducharme, dormir unas buenas horas y luego salir.

No quería pensar en el arrebato que me llevó a comprar la promoción de diciembre de KLM y Air France y huir de otra copia anual de la fiesta navideña nórdica, rodeado de nieve por todos lados y con decorados de rojos y brillos dorados, bailando alrededor de un pino mientras se espera, sabiendo inclusive que serán los regalos, que se llene todo el ambiente de una Noche navideña que para mí suena muy distante. No, no quería repetir esa farsa.

Pagué los billetes por Internet y los minutos que siguieron fueron de mucha meditación, mientras miraba el largo itinerario en la copia impresa de los pasajes, pensaba si esta locura me costaría la alegría de lanzarme al vacío o la frustración de dejar pasar la fecha y perder el dinero invertido, pues era una oferta sin devolución.

Te confieso que los días previos fueron de desesperación, pues los ataques de culpa por mi egoísmo, de no compartir como siempre la navidad junto a mis seres queridos, eran seguidos por la euforia de las fantasías que me esperaban en estos mares del Sur. Días antes, mientras cumplía la rutina de hacer un examen a mis estudiantes, decidí dejar todo al azar y que fuera el estado de ánimo previo a la partida del aeropuerto quien definiera si abordaba el vuelo o no. Tal era mi locura. Al fin no supe si fue valor o cobardía lo que me hizo tomar la decisión final. Tú eres el primero en saber que estoy por aquí. No avisé a nadie. Antes de partir me escurría con un “todavía no sé” cuando me interrogaban de mis planes navideños. Tampoco hice las maletas (en realidad solo viajé con el bolso negro y rojo que compré en el D.F.), pues la idea firme era que: así como un impulso me llevó a comprar el billete, otro me llevaría bien al cálido sur o a seguir congelándome. (Continuará)

6 Responses to “Un regalo de los dioses (I)”

  1. Jaime Alberto Says:

    Que Paisaje! Que imagen! Estando uno en vivo en estos sitios se debe llegar al paroxismo y debe cambiar nuestras vidas definitivamente. que delicia para el corazón.
    abrazos. Jaime al

  2. Pilar Says:

    Ufff que regalo… que envidia siento, no sólo de su estadía en ese paraiso, si no de su osadía, de hacer una locura linda, sana, merecida seguro. De hacerlo sin avisar como si fuera libre de las ataduras de tener que siempre informar de todo, a veces yo tego hasta que informar que es lo que estoy pensando… que envidia…

  3. Vir& Says:

    Viajar: antes de llegar al lugar, qué espectativa y luego, maravilla de marvillas siempre y cuando la belleza sea la que nos conmueva.

    Por ejemplo la belleza de lugares demaiasdo lujosos me aburre.

    Se comprende lo que te escribe Mario…

    Salutes.

  4. Julio Suárez Anturi Says:

    Pareciera que, al fin, se pudo dar un auténtico regalo navideño.

  5. Óscar Pita - Grandi Says:

    El placer de viajar leyendo lo que otros vieron y degustaron en sus viajes. Para eso se requiere de cierto talento. Ahora me he sentido como si yo hubiera desembarcado en uno de esos parajes. Qué hermoso todo ello, a pesar del cansancio y de los calambres por los viajes.
    Un abrazo.

  6. Álvaro Says:

    Jaime Alberto:
    Corregido el entuerto como puedes ver. La foto la tomé de uno de los sitios de turismo que anuncian las islas de la Polinesia francesa. Gracias por tu comentario.

    Pilar:
    Mario es un escritor atrevido. Es lo único que te puedo decir. Un encantador de serpientes.

    Vir:
    Es una carta llena de detalles y cada vez se vuelve más aventura y relato. Saludos

    Julio:
    Pareciera que sí, y qué regalito. Para mí una sorpresa total, porque no pensé que fuera tan atrevido.

    Oscar:
    Mario tiene experiencia escribiendo. Me alegra que lo disfrutes.

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