Cantando en Colombia

Vuelvo a las rutinas diarias después de trotar un poco por una decena de aeropuertos. La semana pasada estuve en el sur de Noruega en la bella Kristiandsand, ciudad reticular y de clima moderado. Por invitación de la Editorial Cappelen tuve el placer de dar allí una conferencia sobre el uso del cine en la enseñanza de idiomas, que repetí un día después aquí en Bergen ante una audiencia atenta y entusiasta de profesores de castellano como segunda lengua.

En la Semana Santa pude viajar a Medellin a visitar mis amigos y familia paisa y desde el jueves hasta el domingo estuve en Pereira reunido con mis hermanos en una finca de recreo.

Pertenezco a una familia grande y muy unida a la que le encanta reunirse con frecuencia. A conversar, departir y jugar. El Aguardiente se consume en generosas cantidades. Muchas horas se nos van cantando. La guitarra circula de mano en mano y de tíos a sobrinos. Cada cual tiene su repertorio de canciones que con los años todos los demás hemos ido aprendiendo. En coro entonamos un amplio espectro de melodías que ha sido populares en los últimos 80 años. Desde “La hija del penal” y otras canciones aprendidas de los abuelos, pasando por tangos de los años 20 y 30 hasta baladas y joropos de reciente data.

Shakira aún no aparecido en el repertorio pero solo falta que una sobrina joven empiece a cantar una de sus canciones en familia para que los demás se entusiasmen a seguirla aprendiendo al menos los estribillos.

La percusión no ha faltado nunca, ya sea con palmas, maracas o cucharas boyacenses. Últimamente ha habido adelantos en este campo ya que uno de los sobrinos más jacarandosos se ha aplicado a los timbales y con soltura le añade goce y sabor al repertorio tropical de sones, cumbias o merengues.

Nuestra madre decía que “familia que reza unida, permanece unida”. Y dicha promesa se ha cumplido. Yo añadiría que familia que canta unida, reafirma sus lazos. Hay algo muy antiguo y poderoso en este ritual de cantar juntos. Congrega, exulta y acompaña todo tipo de sentimientos. Con las canciones reímos y lloramos serenamente y “curtimos” saudades, nostalgias y recuerdos.

Así sentí la cantata familiar esta vez, como una goma adhesiva que nos reconforta y nos acerca, haciéndonos mas humanos y frágiles, pero también más optimistas en medio de las dificultades y los obstáculos que siempre se presentan.

2 Responses to “Cantando en Colombia”

  1. BEATRIZ Says:

    lA MUSICA ES EL LENGUAJE DEL ALMA, POR ESO PODEMOS CANTAR JUNTOS EN ENSTA FAMILIA!!!
    CREO QUE UNO DE LOS REGALOS MAS ESPECIALES QUETENGO DE MI FAMILIA ES PRECISAMENTE ESTA TRADICION.

  2. calígula Says:

    Deliciosa descripción de nuestras acostumbradas reuniones familiares. Me siento afortunado de haber podido compartir contigo algunos de esos momentos, aunque en los nuestros faltó la guitarra. Envidio las cantatas que viviste en la “trasnochadora, querendona y morena” con los 8 hermanos y muchos otros allegados. Estoy seguro de que pronto se repetirán y espero acompañarlos.

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