Atrocidades

Ha sido una catarsis para miles de colombianos poder salir a manifestar su rechazo a la violencia guerrillera. El dolor y las huellas que dejan las muertes, las torturas y los ultrajes se manifestó de manera multitudinaria el día cuatro. Pero las atrocidades se multiplican en otros bandos. Cito cifras escalofriantes que encontré en el excelente artículo de Rodrigo Uprimny:

En los últimos dos años, las versiones libres de algunos jefes paramilitares desmovilizados, el proceso de la para-política, la exhumación de centenares de fosas comunes y las numerosas condenas de la Corte Interamericana contra Colombia, han mostrado que las denuncias de las organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos sobre el paramilitarismo eran inexactas, pero porque se habían quedado cortas.

Hoy es claro que en las dos últimas décadas, pero especialmente a partir de la segunda mitad de los años 90, miles de colombianos fueron masacrados y desaparecidos por los grupos paramilitares. Y que estos grupos han contado con la complicidad de mandos de la Fuerza Pública y de representantes de las elites políticas y económicas.

Un solo ejemplo: en su versión libre de octubre del año pasado, el jefe paramilitar HH confesó que sólo en dos años (1995 y 1996), y sólo en una pequeña región del país, (los cuatro municipios del Urabá antioqueño), su grupo paramilitar, que actuó con la complicidad de los jefes militares de la zona, asesinó entre 1.200 y 1.500 personas.

Pero si esa cifra, a pesar del horror que expresa, no conmueve al lector, entonces lo invito a que lea cualquiera de las decisiones recientes de la Corte Interamericana contra Colombia, que describen atrocidades concretas. Por ejemplo, en la sentencia de Ituango, ese tribunal encuentra probado que entre el 22 de octubre y el 12 de noviembre de 1997, en el Aro, “un grupo paramilitar que se movilizó por varios días a pie con la aquiescencia, tolerancia o apoyo de miembros de la Fuerza Pública”, asesinó a numerosas personas, luego de torturarlas. La Corte describe uno de los crímenes así: “el señor Marco Aurelio Areiza Osorio, comerciante de 64 años de edad, fue obligado por los paramilitares a que los acompañara a las cercanías del cementerio, donde lo amarraron y torturaron hasta causarle la muerte. Su cuerpo presentó señales de tortura en los ojos, los oídos, el pecho, los órganos genitales y la boca”.

La dimensión del horror paramilitar está no sólo confirmada judicialmente sino que es hoy totalmente pública. Pero esas atrocidades no reciben el mismo repudio de la ciudadanía que los crímenes de las Farc. Existe pues una suerte de asimetría moral de la reacción ciudadana urbana, que masivamente protesta contra las Farc y el secuestro, pero se muestra mucho más silenciosa y menos escandalizada frente al horror paramilitar.
Existen algunos factores sociológicos que podrían explicar esa asimetría: las víctimas de los paras son usualmente campesinos y colonos pobres, que no tienen tanta vocería política como las víctimas de la guerrilla; la percepción, totalmente equivocada, de que el paramilitarismo ha sido desarticulado, mientras que las guerrillas seguirían operando; las Farc tienden a amenazar a los habitantes de las ciudades mientras que los paras pretenden aparecer como sus protectores; las complicidades que los paras han tejido en estos años les brindan un apoyo político en ciertos sectores; las propias reacciones del gobierno, que condena mucho más duramente las atrocidades de la guerrilla que los crímenes de los paras, contribuye a esa asimetría; etc.

Pero que esa asimetría pueda ser explicada no significa que sea justificable. Ella es inadmisible, pues implica una especie de jerarquización de las víctimas. Las víctimas de los paras y de ciertos agentes estatales y sus familiares sufren en silencio, mientras que las víctimas de la guerrilla reciben una mayor atención de los medios y de las autoridades. O peor aún, algunos parecerían admitir implícitamente que las atrocidades de los paras son un “mal menor” para poder librarse de lo que muchos ven como el “mal mayor”, que sería la guerrilla.
Rodrigo Uprimny en Semana.com

2 Responses to “Atrocidades”

  1. Jaime Al Says:

    Muy importante articulo y muy cierto. Que situacion tan terrible todos los dias nuevas masacres salen a la luz y siguen sucediendo en este momento. Que dolor para tanta gente,que tristeza, que repugnancia, esto produce de todo.

  2. catirestrepo Says:

    Don Álvaro: es rico ver que a través de su blog, genera reflexión entorno a la patria.

    Estuve en la marcha y si algo hizo que mis ojos se volvieran agua, fue ver a los familiares de los secuestrados llevando fotos de sus seres queridos en cautiverio.

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