Un regalo de los dioses (V)

La verdad, te lo confieso, en ese momento me sentí de nuevo frustrado por no saber hablar un buen inglés o por lo menos un francés de marinero. Quería desistir, pero algo en esa hermosa mujer me obligaba a seguirla con su mirada. Una forma de evadirme, pensé, sería tomar ron hasta perder la razón. En ese plan estaba, pues los vasos de jugo con ron, mejor dicho sería de ron con jugo, pasaban por mi garganta a un ritmo endemoniado. Solo atinaba a llenar los vasos cuando el español, casi igual de bebido que yo, se acercó y dijo: “Si quieres háblale, ella sabe español, pues de niñita las misioneras franchutes se la llevaron a Ciboure y como allá la mayoría de monjas eran españolas lo aprendió muy bien. Mira tío, a esa la querían volver monja, pero te imaginas que con esas brasas entre las piernas la mandaron rapidito de vuelta, no fuera que corrompiera el convento,” concluyó con unas risotadas burlonas.

Esa inesperada noticia me despertó por completo. Me molestó que la tratara como una cualquiera. Sentí una extraña punzada en el estómago, pero culpé al trago. Como necesitaba liberarme de tanto alcohol, no aguanté más y fui a vomitar hasta que dejé vacío el estómago. Me dolía todo. Tomé bastante agua, pero aún así no me sentí bien. Probé con mis piernas dibujar “un cuatro”, pero el equilibrio no fue el mejor. Por fortuna una ráfaga de aire fresco me dio fuerza suficiente para vencer esa timidez que tú bien conoces.

Así que me dirigí hasta las mesas de las viandas, más con la disculpa de acercarme a ella, que para comer. En un acto de audacia me acerqué a la mesa de los artistas y fui directo hasta ella y le pedí me ayudará a traducir el exótico nombre de los ingredientes de las salsas y ensaladas que estaban en el bufé. Aceptó con su bella sonrisa y se extrañó que yo no fuera francés. ¿Exageraba? Me siguió hasta la mesa y antes de comenzar a describir las comidas me dijo su nombre de pila: “Teha’amana; pero en Francia me pusieron Liane y así me puedes llamar.” Todo en perfecto español, aunque con la inseguridad de quien no frecuenta una lengua por bastante tiempo. Un repetido, “cómo se dice en español esto o aquello,” sirvió para introducirme en la prueba de sabores mágicos muchos cercanos a los de mi infancia, otros con sabor a los guisos de México o de China.

Después de servirnos generosas porciones del Tamara’a, que preparaban igual que el curanto de Chile, cociéndolo en un hoyo al que tapaban con piedras calientes, según me explico. Después no quise tomar más ron, preferí una bebida con agua de coco y hielo, pues quería quitarme de una vez la pesadez del alcohol. Ella me invitó a una pequeña mesa que se escapaba a las luces del bungaló principal. “Aquí podremos hablar tranquilos,” dijo, y mientras sonreía se dibujaban en sus mejillas unos preciosos hoyitos y, además, para mi mayor perturbación, me miraba con sus ojos azabaches siempre risueños.
(Continuará)

12 Responses to “Un regalo de los dioses (V)”

  1. aprendiz de maga Says:

    querido Alvaro:
    me gustó mucho el relato, ese temor del personaje masculino de acercarse a ella…hermoso

  2. Álvaro Says:

    Y no muy explorado ni en la literatura ni en la vida diaria, por aquello del machismo :-)

  3. Juan Says:

    continuara?

  4. Álvaro Says:

    Si Juan, le añadí ya el continuará. Gracias por hacerme notar su ausencia.

  5. sandra Says:

    lo que me está “matando” es esta entrega a cuentagotas… ;-)
    Felicitaciones al autor, si está leyendo esto o se las puedes hacer llegar. Disfruto mucho las crónicas de viaje, y esta tiene sabor a nostalgia, a lo exótico y a rito de iniciación –a que, no sé. Gracias por compartirla con nosotros. Normalmente soy lectora “silenciosa” de este blog (que me encanta) pero sentí que este regalo de los dioses debía agradecerlo en voz alta.

  6. Álvaro Says:

    Mucho gusto Sandra, un placer saber que esta historia te place y que el blog te gusta- Eso me halaga y alegra.
    Mario con seguridad se va a alegrar mucho cuando lea aquí tu comentario.
    Yo lo conmino a que te conteste :-)

  7. Magda Says:

    Álvaro, un texto bellisimo. Romántico…

  8. Álvaro Says:

    Ciertamente, muy romántico en la idea de que sólo en otra parte del mundo podamos encontrar amor y comprensión. Lejos de la frialdad y racionalidad de la europa contemporánea.
    En Taiti el problema es la barrera de la lengua que aquí milagrosamente sale subanado porque la nativa aprendió español desde niña.

  9. Vir& Says:

    Se idealiza en la escritura a los personajes que uno ama…en este caso la mujer que es vista por el narrador como conmovedora con su permanente sonrisa…

  10. Álvaro Says:

    Esa es la magia y el poder de la escritura. Por eso nos conforta tanto. Pero toda idealización se paga, ¿no cierto Vir?

  11. Julio Suárez Anturi Says:

    Tamara’a=Curanto. ¿Qué remota conexión uno lugares tan remotos?

  12. Álvaro Says:

    Muy cierto, Julio. Pero si pensamos en las estatuas de la Isla de Pascua, su posible origen polinesio y su cercanía a la geografía chilena… estaríamos hablando de antiquísimos y desconocidos vasos comunicantes.

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