Ciertas mujeres luchan a diario para satisfacer sus necesidades básicas de todo tipo, sin una queja y sin mayor remordimiento. Saben que el mundo es cruel y que nada es fácil. Ni conseguir compañía ni compartir afectos, un techo o una cena frugal. Y a pesar de las múltiples grandes y pequeñas derrotas que ellas encuentran con el paso demoledor del tiempo y de los días, vuelven a emprender sus empleos y labores, con la terquedad de quien se aferra con entereza a la vida.

Estas son las mujeres de Mikio Naruse, un contador de historias para el cine, quien persistió en representar en todas y cada una de sus 81 películas (entre 1935 y 1967) los rostros, gestos, y pequeñas derrotas de sus “heroínas”(si así puede llamárseles) japonesas anónimas.

El cine de Naruse fue siempre fiel a los pequeños detalles, los silencios y las miradas. Nunca se ocupó de malabares con la cámara, de diálogos brillantes o reflexiones trascendentes sobre las condición humana. Escogió lo más sobrio para hacer de ello la materia y el nervio de su arte.

El próximo miércoles comienza el Festival de Cine de Santa Fé de Antioquia. Y allí veremos tres de las obras maestras de Naruse, tal vez el más grande director de cine japonés: Nubes flotantes Ukigumo (1955), Cuando una mujer sube la escalera (Onna ga kaidan wo agaru toki) (1960) y
Nubes dispersas Midaregumo (1967) .

Mañana hablaré más de ello. Este es apenas un abrebocas que quiero cerrar con una bella cita de Audie Bock la estudiosa norteamericana que más ha contribuído a difundir la obra de Naruse en Occidente:

No hay finales felices para Naruse, pero si hay derrotas increíblemente aleccionadoras.

Este artículo fue publicado el Lunes, Diciembre 5th, 2005 a las 17:23 y esta categorizado bajo Recomendaciones. Puedes seguir las respuestas y comentarios a este artículo a través del feed RSS 2.0 . Puedes dejar un comentario, o hacer un trackback desde tu sitio.